Esta obra estuvo en la exposición realizada en Sevilla en 1992 y es un homenaje a la pintura pompeyana.
En el centro aparece el retrato del panadero Publio Próculo y su mujer, sobre el que gira el resto de la escena, que se nos presenta compartimentada en una especie de misteriosas casillas numeradas, que son como moradas de nuestra memoria, dispuestas a acoger dentro de ellas lo más íntimo de nuestros sentimientos.
Es el último cuadro que Cano realizó en Roma antes de marcharse a New York, donde residió durante cinco años. |