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Realizó muchas peregrinaciones, sobre todo a Roma, cuidaba de los apestados por el camino, y nos descubre su pierna para que podamos ver su llaga pestilente.
Sus ropas son: túnica marrón de peregrino, esclavina sobre los hombros para amainar las inclemencias del tiempo, bastón con calabaza de agua para calmar la sed en el camino, cordón en la cintura, y sandalias.
Va acompañado de un fidelísimo perro que le lamía las heridas y le traía alimentos en sus últimos días, y de un Ángel Custodio que le atendió en su muerte.
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